Ignacio Arellano, de la Universidad de Navarra, y Pedro Ruiz, de la Universidad de Córdoba, han abierto esta tarde el ciclo “Coloquios cervantinos en el IV centenario de El Quijote” con sendas ponencias tituladas “La locura de Don Quijote y la discreción de Sancho Panza” y “Fisonomías: el poeta Quijano”. Ambos profesores han realizado un recorrido por los mundos fantásticos del “ingenioso hidalgo”, llegando a la conclusión de que esa locura, en ocasiones grotesca, le procuró al personaje un mundo propio, fantástico y pleno de coherencia.
Ignacio Arellano, profesor de la Universidad de Navarra, destacó el componente carnavalesco que acerca a Don Quijote y Sancho a las figuras de El Gordo y El Flaco y que va más allá de lo humano, alcanzando a los animales. “Don Quijote y Sancho Panza evocan a Don Carnal y Doña Cuaresma, por su afán de sustentarse con hierbas del campo, el uno, y su sentida añoranza de las buenas viandas, el otro”, manifestó Arellano.
“La parodia impregna el universo narrativo de la novela”, añadió, y destacó la importancia de los bufones y las bufonadas en la trayectoria de la singular pareja. Arellano recordó cómo la crítica ha señalado a menudo los contrastes que existen entre las dos partes de El Quijote, ya que si en la primera Don Quijote confunde la realidad con su ficción, haciendo de las ventas castillos, de los gigantes molinos y de las ovejas bravos soldados, en la segunda el Hidalgo ve las cosas como son, pero eso no le hace renunciar a sus objetivos caballerescos. “El empeño de Don Quijote de enfrentarse a la realidad desde su fantasía acaba siempre en fracaso”, afirma el profesor. “Hay un proceso en la evolución del caballero, durante la cual la realidad va apoderándose de la ficción”, añade.
Basándose en algunos tratados científicos del siglo XVI, Pedro Ruiz, profesor de la Universidad de Córdoba, comprobó que Alonso Quijano, a la sazón Don Quijote, reúne las consignas de esa locura que linda con la creatividad, con lo cual, afirma el profesor “los rasgos poéticos del hidalgo son una manera de explicar su fantasía, su ingenio y lo que en algunos casos se puede interpretar como locura, que es algo muy parecido a la creación”.
Ruiz explica que en Don Quijote, que inventa un personaje y lo sitúa en un universo poético, es muy difícil ubicar esa sutil línea que separa la creatividad de la locura. “De hecho la locura la definen los que se autoproclaman cuerdos y en el caso de Don Quijote hay una gran coherencia interior que construye un mundo maravilloso”, manifiesta el profesor. “Hay que preguntarse si lo que hace la gente merece la pena, no por qué lo hace, las razones pertenecen a la interioridad, que en el caso de Don Quijote es la creación del gran poema de la vida, y como han dicho algunos críticos la capacidad de convertir la vida en una obra de arte”, añade.
Tampoco está claro si es más poeta el Don Quijote soñador o el Alonso Quijano que poco a poco recobra una supuesta cordura. “Los grandes poetas pasan por fases, se alimentan de la literatura anterior, son capaces de crear un mundo propio y de introducir la suficiente lucidez como para marcar más distancia crítica respecto a lo que ellos mismos han creado, siendo coherentes sin convertirse en presa de su propia escritura o de su proyecto de vida, como es el caso de Don Quijote”, concluye Ruiz.
Los “Coloquios cervantinos en el IV centenario de El Quijote”, organizados por la Facultad de Humanidades de Toledo y el IES Alfonso X el Sabio, tendrán lugar hasta el próximo viernes en el Teatrillo de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de Toledo, con la intervención de prestigiosos cervantistas que tratarán de clarificar los vínculos existentes entre Cervantes, El Quijote y Toledo.