Conmemorar el centenario del nacimiento del Dr. Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina en 1959, es uno de los objetivos del curso de verano “Centenario del Dr. Ochoa: de la enzimología a la genética”, que ha comenzado esta tarde en el Campus de Cuenca. Dirigido por el bioquímico Santiago Grisolía, el encuentro pretende, además, analizar la situación actual en los temas relacionados con la genética y apuntar perspectivas futuras sobre la biología molecular, la genética e el conocimiento del genoma humano. Para ello, intervendrán como ponentes Antonio Pellicer, Premio Rey Jaime I 2004 a la Medicina Clínica, Juan Carlos Izpisúa, investigador del Instituto Salk de La Jolla (California) o el propio Grisolía; entre otros.
La inauguración del curso, presidida por el vicerrector de Cuenca y Extensión Universitaria, José Ignacio Albentosa, comenzó con un minuto de silencio que los asistentes guardaron en memoria de los once fallecidos en el incendio de Guadalajara este fin de semana. En este sentido, Santiago Grisolía habló de la urgencia de endurecer las penas para los pirómanos y de la necesidad de prohibir los fuegos en el campo y perseguir esta actividad delictiva.
A continuación, el Dr. Grisolía se centró en la figura de Severo Ochoa del que dijo que sus investigaciones y descubrimientos sobre la síntesis del ácido ribonucleico facilitaron notablemente el camino para el desciframiento de nuestro código genético. Además, Ochoa consiguió aislar una enzima llamada polinucleótido-fosforisala, lo que certificaba la íntima relación entre nuestro ADN y las proteínas, un paso indispensable para desencriptar los mensajes ocultos del código genético humano. Asimismo, el Premio Príncipe de Asturias se refirió a la faceta humana de Ochoa, sin olvidar la científica, de la que destacó su amor por la ciencia, su amor por su mujer y su condición de republicano convencido.
Por otra parte, el Dr. Grisolía comentó que “hemos abierto las puertas de un gran avance: descifrar por completo el genoma humano”, pero matiza que aún debemos esperar y que “aunque de esta investigación se derivará conocimiento suficiente para combatir la enfermedad, de momento queda un largo camino por recorrer”.
José Ignacio Albentosa, en su intervención, agradeció al Dr. Grisolía la organización, por cuarto año consecutivo de un curso de verano dedicado a la genética humana y le emplazó a continuar el año próximo. El vicerrector destacó la intima relación entre Ochoa y Grisolía, una relación de la que tanto profesor como alumno resultaron beneficiados.