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Prosigue el ciclo "Traduciendo se entiende la gente" en la Escuela de Traductores de Toledo

La Escuela acogio la charla de Maria Teresa Gallego, traductora de mas de 80 obras de literatura francesa

30/04/2004
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La Escuela acogio la charla de Maria Teresa Gallego, traductora de mas de 80 obras de literatura francesa

30/04/2004



La Escuela de Traductores de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), en el Campus de Toledo, recibió la visita de María Teresa Gallego Urrutia, traductora de más de 80 obras de literatura francesa y vicepresidenta de la Asociación Colegial de Escritores de España, quien impartió la conferencia que lleva por título: “Traductores de libros, traductores de hombres”.
Esta conferencia se enmarca en el ciclo “Traduciendo se entiende la gente”, organizado por propia Escuela en colaboración con las Facultades de Humanidades y de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha. Este ciclo, al que pueden asistir sin previa inscripción todas las personas interesadas, pretende reflexionar y hacer reflexionar acerca de las funciones, fundamentos y aportaciones de la traducción y la interpretación a lo largo de la historia, y muy especialmente en la sociedad de nuestros días.
Gallego Urrutia ejerce como traductora de literatura francesa desde 1960 y hasta el momento ha traducido más de 80 obras: de Balzac a Jean Genet y de Zola a Pierre Michon, pasando por Julio Verne, Descartes, Verlaine o Amin Maalouf. Fue Premio Nacional de Traducción 1977 por Diario del ladrón de Jean Genet y Premio Stendhal 1991. Hace apenas unos meses ha sido condecorada con la Orden de las Artes y las Letras que concede el Gobierno francés por "su contribución a la difusión de la lengua y la cultura francesas".
María Teresa Gallego reivindicó el papel del traductor como eslabón irreemplazable en la cadena de transmisión de la cultura, sobre la cual toma asiento la construcción de la paz. Sin traductores no hay cultura ni posibilidad de conocer al “otro”. Sin el conocimiento del “otro” no es posible un mundo sin guerras. Desde la noche de los tiempos, el intérprete y traductor ha actuado como mediador imprescindible en el comercio y en la guerra, “dos caras de una misma moneda, cuya diferencia radica en que uno se hace convenciendo y la otra forzando”, afirmaba.
El traductor de literatura es, en esencia, un humanista, un puente entre civilizaciones, un recreador, en tanto que crea de nuevo y recrea y entretiene al lector, pero además es un investigador esforzado en hallar el valor oculto que cada palabra tiene en el entorno del autor, y es un artesano que moldea cada frase y cada verso con sus manos como si de arcilla se tratara… Es, al fin y a la postre, un vehículo para la comprensión y un arma necesaria para la paz.
Una buena traducción literaria debe encajar en los hábitos literarios de quien lo lee, sin por ello perder la memoria de lo que fue. Por eso se dice que traducir es imposible, aunque las estadísticas nos dicen que cada año se publican en España más de 20.000 obras traducidas.
Gallego pidió a los lectores que fueran conscientes de que no hay dos traducciones iguales de un mismo texto, que siempre una es mejor que otra, y de que están en su derecho a reclamar que el texto castellano sea el mejor posible. Animó a los asistentes a devolver al librero, y éste a la editorial, las obras mal traducidas, ésas que se nos caen de las manos apenas iniciada su lectura porque el español en que han sido escritas es deficiente, pobre o incorrecto. Reclamó una mejora de las tarifas del traductor literario, pues son tan bajas hoy en día que actúan en detrimento de la calidad del texto, dado que el traductor se ve obligado a traducir muchas obras al año para alcanzar unos ingresos mínimos de supervivencia.

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