La educación es clave para combatir la pobreza y para contribuir a la convivencia, justicia social y la no violencia. La escuela es uno de los pilares de la sociedad, donde aprender a convivir, a respetar y a valorar la diferencia. Los/as docentes están en primera línea para responder a esto, de ahí que la formación docente requiera de una educación antirracista e intercultural, en contacto con el contexto local, nacional y global, para impulsar la cultura de la paz y la no violencia.
Como decíamos anteriormente, asistimos al auge de la discriminación racial, a veces camuflada con justificaciones de odio, rechazo y miedo. La pandemia lo ha agravado, pero también ha (de)mostrado que la educación puede combatirlo. Y es que las evidencias alertan de la baja competencia intercultural docente. Esta se debe, en gran parte, a una formación inicial desconectada de la realidad social. Es necesario re-imaginar/reconstruir/repensar los roles y relaciones entre Facultades de Educación, ONGs, y colegios; y mejorar la formación intercultural del profesorado de la facultad. De esta forma, buscamos promover así una práctica intercultural reflexiva en futuros docentes y oportunidades de servicio a la comunidad, actuando como agentes de cambio desde el inicio de su formación.